Presentación Biblioteca Sant Boi
Este 3 de noviembre de 2023, quedará marcado como un día muy especial. Ya son cinco las presentaciones que he hecho de mis diferentes libros editados: el de anécdotas de detectives ¿Estoy llamando a un detective? y las cuatro novelas: Un cadáver para un detective, Olga, El miedo de Amanda y esta última Qué harías tú.
De todas guardo un «algo» que queda en mi memoria por significante y especial. Cada una tiene algo que te queda marcado. En esta ocasión son varias las cosas que se agolpan en mi cabeza buscando características que la pueda definir. Pero, no puedo, son todas importantes. Si tengo que enumerar alguna, diría que una es el hecho de haber conseguido escribir una cuarta novela (en su día solo fue el probar a ver qué tal. Eso hace que sea algo importante), también por el hecho de que sea la segunda de lo que puede llegar a ser una trilogía (esa es otra razón). Podría buscar alguna más. Pero, por no cansaros, me quedo con la de haber tenido el privilegio de que el prólogo sea de Lluïsa Moret Sabidó, mi apreciada alcaldesa. Y el que hubiera aceptado venir a presidir conmigo el acto. A ello se le suma otra gran casusa, la de que también me acompañase, un gran amigo (si me lo permiten, ambos lo son), José Manuel González. De sobras sé que, como alcaldesa y regidor de cultura, tienen muchos lugares a los que deben acudir y, el haber estado ahí, para mí, significa mucho. A ese regalo, se le puso una guinda; el que presentara la mesa mi gran amiga Charo González. Todo ello me daba vértigo. Estar en aquella situación, con los tres, era algo muy grande para mí. Hice de tripas corazón y lo superé. Al menos, eso creo.
Dicho esto, añado como colofón, el estar allí arriba siendo agasajado por las palabras de mis contertulios y viendo a tantas personas queridas. Aunque los puedo meter a todos en la lista de amigos, desde allí diferenciaba, gratamente, a cada uno de ellos, poniéndoles unas etiquetas imaginarias: compañeros de mi profesión actual y de la que la tuve anteriormente, antiguos compañeros de colegio, otros con los que, de crío, jugaba en la calle Torras y Bages donde viví hasta los catorce años, colegas de la infancia, escritores con los que comparto las letras que forman parte de lo que será la afición de mi trayectoria personal el resto de los días, amigos de otras aficiones lúdicas como los son bailar sevillanas y salsa. Y, cómo no, mi familia. Y como no podía ser de otra manera, allí, al final del todo, controlando que no faltase nada, que nadie se fuese sin que ella le hubiera agradecido haber acudido, estaba Mariló. Mi mujer. La Lola de mis novelas.
Las palabras dedicadas, tanto por Lluïsa Moret como por José Manuel González, provocaron que me subieran los colores y que se me encogiese el corazón por la presión que me provocaba el sentirme orgulloso de tenerlos a mi lado en ese momento.
Solo puedo decir, a todos, ¡Gracias! Y lamentar el no haber podido estar más pendiente de cada uno de vosotros que superasteis las noventa personas. A pesar de que traté saludarlos personalmente, soy consciente que algunos se me escapasteis. Queda pendiente. Seguro que tendré otra ocasión para hacerlo.
Agradecer también a todos los que me avisaron personalmente de no haber podido asistir por culpa de razones que salen a última hora e impide hacer lo que tenías planeado.
Un millón de besos. Un millón de gracias.
Os dejo algunas de las fotos que nos hicimos esa tarde noche.