Autor: Vicente Corachan

  • Decisión extrema

    Decisión extrema

    Javier Martínez no era más que un hombre de mediana edad. Un buen tipo con una mirada decidida, pero sin embargo cansada. Posiblemente por haber dedicado parte de su vida a buscar un buen trabajo. La suerte no era su fuerte; más bien lo contrario. Sus escasos recursos académicos probablemente fuese la causa de que se hubiera visto obligado a trabajar en lo que encontraba. Lo que nadie quería. Fueron decenas los oficios que desempeñó. Aun así, jamás alcanzó a saber cuál era el suyo. Así sucedió hasta que encontró el que podría ser definitivo, el que le durase hasta llegar a la edad de jubilarse. Pero, lo que no esperaba, era que aquella muerte pudiese trastocar sus vidas.

    A sus cincuenta años, entró a formar parte de la plantilla de una empresa de seguridad. Sus primeras gestiones fueron aquellas en las que tuvo que trabajar de noche y hacer vigilancias en lugares donde se pasaba calor en verano y frío en invierno. Las más duras, las más molestas y, aun así, las peor pagadas. Su talante, su buena presencia y el haber demostrado un buen comportamiento le valió para que sus superiores lo valorasen como merecía y por fin consiguió un turno y un lugar digno donde desempeñar su función. A partir de ese día, Javier iba a ser el vigilante de seguridad de una de esas grandes superficies. Las penurias se habían acabado.

    Llevaba más de tres años paseándose uniformado por aquellos pasillos. Al igual que un águila surca majestuosamente los aires en busca de su presa, él controlaba cada una de las tiendas que a derecha e izquierda constituían todos aquellos establecimientos donde la gente entraba a realizar sus compras. Al pasar por delante saludaba a los empleados de forma sibilina, con disimulo por si de ellos recibía algún gesto en el que entendiese que algo iba mal. Los lugares donde le requerían, por haberse cometido algún hurto, o por alguna otra circunstancia que exigiese que tuviera que personarse, acudía raudo y actuaba de forma eficaz.

    Javier era feliz. Por fin había encontrado su estabilidad personal y familiar. Laura lo esperaba todas las tardes después de salir del mercado municipal en el que llevaba trabajando desde niña en una parada de fruta. Ahora podían marcharse a pasear por las calles del Casco Viejo y por La Rambla. Deambular abrazados o cogidos de la mano y explicarse cómo le había ido el día a cada uno de ellos. Se podían permitir tomarse algo en alguna de las terrazas de la Plaza Cataluña. Recorrer el parque de la Muntanyeta o el de Marianao y esperar allí a que se hiciera oscuro para mirar las estrellas. Hacer esas pequeñas y a la vez tan grandes cosas que no habían podido hacer antes.

    Ese viernes, nada más llegar a casa, cansado de estar tantas horas de píe, ella le sorprendió. Ese fin de semana libraba y Laura le había preparado una sorpresa. 

    —He hecho una locura —le dijo al tiempo que lo abrazaba.

    Javier no esperaba que le recibiese de aquel modo. Y mucho menos que le soltase algo así.

    —¿Qué ha pasado? —soltó asombrado.

    —He hecho una reserva en un Hotel de Salou. Lo he cogido desde mañana por la mañana hasta el domingo después de comer —lo miró fijamente— ¿No te habrán cambiado el turno?

    —No, no me lo han cambiado —contestó insólito—. Aquello le pareció extraño.

    —Te hace falta. Así no pensarás en nada más que en pasárnoslo bien. Tienen piscina y está frente a la playa —le dijo tirando de él— ¡Venga! Date una ducha. Tengo la cena preparada. Luego te doy más detalles.

    Mientras cenaban, le hizo ver que le serviría para no pensar en lo del lunes siguiente. Javier tenía que personarse en el juzgado para ratificar su declaración e identificar a la persona que vio huir en un vehículo. No era la primera vez que lo llamaban a declarar por cosas que sucedían en su trabajo. En ocasiones había tenido altercados con personas que trataban de llevarse prendas. Eso le originó recibir alguna que otra amenaza. Sin embargo, nunca se había visto envuelto en un hecho penal.

    Días atrás, haciendo su ronda por la zona del aparcamiento, observó como dos personas se habían enzarzado en una discusión y uno de ellos apuñaló al otro. Él no pudo más que gritar pidiendo ayuda, pero aquella persona falleció antes de que llegaran a socorrerle.

    Esos dos días prometían ser un descanso emocional. Realmente ella lo había conseguido. Javier no pensó en ningún momento en el juicio. No tuvo tiempo ni ocasión. Desde que llegaron el sábado al hotel ella se encargó de acudir a la piscina y darse un baño hasta la hora de comer. Luego la correspondiente siesta. La tarde la pasaron paseando cerca de la playa. Cenaron y luego bailaron hasta pasada la una de la madrugada. Por la mañana desayunaron y se marcharon a la playa hasta la hora de comer. Decidieron acudir a la piscina para despojarse de la salitre antes de ir a comer. Cogieron dos hamacas y se bañaron y tomaron el sol. Todo era una maravilla.

    —¿Nos vamos a comer? —preguntó él—. Tú, no sé, pero yo tengo hambre.

    —Subo a ducharme y bajo. Necesito cambiarme.

    —¡Vale! Yo te espero aquí.

    Más de media hora después, viendo que su mujer no bajaba, se levantó de la hamaca y se dirigió al vestíbulo con intención de subir a la habitación a ver que le podía haber pasado. No era normal.

    Justo cuando iba a coger el ascensor, tropezó con un hombre que salía.

    —Perdone —dijo aquel.

    Javier se dio cuenta que a esa persona se le había caído un papel y se agachó a cogerlo con la intención de llamarlo para hacerle saber. Aquel, ya no estaba allí.

    Miró la nota y pudo leer: “Señor Javier Martínez. Llame a este número de teléfono y le diremos dónde está su mujer. Le estamos controlando. Si avisa a alguien, no la volverá a ver”. Debajo de ese escrito había un número de teléfono.

    No entendía nada. No sabía qué hacer. No sabía si subir a la habitación para comprobarlo o si acudir a la recepción para avisar de lo que había ocurrido. Estaba desconcertado.

    Optó por marcar ese número de teléfono.

    —¿Quién es usted? —dijo nada más oír que atendieron la llamada.

    —Déjese de hacer preguntas y atienda. Esto va en serio. Tiene su coche abajo en el aparcamiento. Vaya y lea la nota que hemos dejado. Obedezca o no volverá a ver a su mujer con vida.

    —¡Pero…! —Colgaron.

    La nota era muy explícita. Debía declarar que vio correr a un hombre y que se fijó en la matrícula del primer coche que vio que salía en aquel momento. Que no estaba seguro de que aquel se hubiese subido en él. Que dudaba. Que todo fue muy rápido. Y, sobre todo, que no reconociese a la persona que le pusieran delante de él. Tenía que decir que esa no era la persona que cometió el apuñalamiento en el aparcamiento. La amenaza era explícita. Si no cumplía, no volvería a verla. Si lo hacía como le indicaba, su mujer le estaría esperando en casa. Con vida.

    Lo que prometía ser un fin de semana feliz, con la mejor intención del mundo por parte de Laura, acabó siendo el más horrible de su vida. Abandonó el hotel y todo el domingo lo pasó tratando decidir si acudía a la policía o seguía al pie de la letra lo de aquella nota. Había visto películas donde, por no hacer caso, mataban al rehén. Y otras en las que, a pesar de obedecer, al final todo salía mal y también moría. Todo era un desconcierto. El temor a lo que podría ocurrir le quemaba como el fuego del infierno.

    Sin haber podido dormir, acudió al juzgado y cumplió a rajatabla la amenazante misiva.

    Cuando llegó a casa entró como si el diablo le persiguiese. Le costó abrir la puerta y llegar hasta el comedor. Lo hizo dejando el coche sobre la acera, sin cerrar, golpeándose contra todo lo que encontraba a su paso por tratar de llegar lo antes posible y comprobar si su mujer estaba allí. Unos segundos que se le hicieron eternos. Jamás había pasado tanta angustia. Tanto miedo.

    Al llegar al salón, la vio. Allí estaba. En el sillón. Su cara era tan blanca como la nieve. Sus brazos caídos sobre su regazo. Los ojos abiertos de par en par. Inmóvil. Como una muñeca de trapo.

    Javier cayó de rodillas a sus pies.

    Fue entonces cuando Laura se levantó y se abalanzó sobre él para abrazarlo.

    Con esa decisión, aunque su conciencia quedase resentida, Javier había salvado a su mujer.

    Lo que jamás averiguaría, es que la primera en ser amenazada por aquellos tipos había sido ella. Y que permitió planearlo así sabiendo cómo actuaría él. Laura era consciente que, de habérselo propuesto a él directamente, nunca lo habría aceptado.

  • ENTREVISTA DE MASPALOMAS

    ENTREVISTA DE MASPALOMAS

    ENTREVISTA a Vicente Corachán: “Sigo con la sangre de color verde”

    22 Febrero 2024, 485 visitas

    Mucho antes que escritor de novela negra fue miembro de los Servicios de Información Antiterrorista de la Guardia Civil. Participó en la detención y desarticulación del ‘comando Barcelona’ de ETA responsable del atentado del Hipercor, donde murieron 21 personas y otras 45 resultaron heridas. Este jueves Vicente Corachán Salinas (Cornellá de Llobregat, 1959) presenta en Maspalomas ‘Qué harías tú’, su quinto libro.


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    San Bartolomé de Tirajana,  22 de febrero de 2024.

    El guardia civil y escritor presenta su último libro

    – ¿Qué le trae a Maspalomas, sólo la presentación del libro o algo más?

    Acompaño a mi hija Judith Corachán (triatleta) su marido y mi nieta de seis meses. Mi yerno compite en la Transcanaria Clasic. Ella ha sido varias veces campeona de España, Subcampeona del Mundo y Subcampeona de Europa en Triatlón.

    – ¿Por qué decidió pedir excedencia y dejar el Servicio de Información de la Guardia Civil?

    Como miembro de esos servicios me tocó lidiar con varios atentados, como el de Zaragoza y el de Hipercor. Tras haber detenido al Comando Barcelona, decidí hacer un parón, sobre todo por mi familia. Sufren más que uno mismo. Pedí excedencia y monté mi propia agencia de detectives privados. Y me ha ido tan bien que hasta la fecha. Mi familia descansó, pero yo sigo con la sangre de color verde.

    – ¿Qué le motivó a convertirse en Guardia Civil y adscribirse a ese servicio antiterrorista?

    La vocación. Fueron mis mandos los que me eligieron para formar parte de ese grupo. Quizá la motivación del sentido patrio, las ganas de hacer algo por una lacra tan tremenda. Tratar de ser útil. De hecho, soy el único guardia civil que entró en un grupo como ese sin llevar los tres años que se requería para formar parte de él. Tendría que preguntar qué vieron en mí.

    – ¿Se sentía realizado desempeñando esa tarea de información antiterrorista?

    Por supuesto, mucho. Recabar información, seguir elementos elegidos para detectar sus actividades, analizar sus comportamientos y actividad para descubrir a los que les dirigían y los planes que estaban desarrollando… Podría seguir, pero sería muy largo. Todo hasta conseguir detenerlos y obtener más información.

    – En 1992 decide usted montar su propia empresa: una agencia de investigación privada. ¿Qué le llevó a ello? ¿el sueldo, el desempeño profesional, el miedo, un hartazgo de órdenes… ?

    Uf. Varias de esas cosas. Menos el sueldo, aunque era y sigue siendo escaso para lo que se desempeña. Principalmente el sufrimiento de la familia, cada vez que sales y cierras la puerta. Mi esposa llevaba un negocio de hostelería donde los ingresos eran tres veces superiores a lo que yo aportaba, por eso que no era un tema económico. El creer que como detective privado iba a poder ejercer lo que más me gustaba en el mundo, investigar, probé con lo de montar la agencia. Y creo que el que haya conseguido seguir con ello durante más de treinta años, lo explica.

    – Entiendo que empezó a escribir sus novelas una vez que deja la Guardia Civil. Su primera novela, ‘Un cadáver para un detective’, se publicó en diciembre de 2011 y ya está en su tercera o cuarta edición: ¿Qué le llevó a escribirla?

    Escribía una columna mensual en una gaceta local. Su director fue el que me animó a escribir una novela. No pensé en que iba a escribir otras. Fue un hecho puntual, pero el que el Colegio de detectives de Catalunya me otorgara el Premio de Novela Negra del Colegio de Detectives, me llevó a seguir probando. La que presento en Maspalomas es la quinta novela.

    – ¿Las tramas de sus novelas son sólo ficción o guardan relación con alguno de los casos que ha investigado?

    El subconsciente me lleva a dar ficción a muchas de las cosas que he vivido a lo largo de mis dos actividades profesionales.

    – ¿Quiere decir que en sus novelas presenta elementos, personajes, situaciones… vinculados de alguna manera a la realidad de su desempeño profesional como investigador?

    Totalmente. Independientemente de crear cada una de las historias y hacer crítica social, una de mis funciones es que el público, los lectores, sepa cuál es realmente y para qué sirven las funciones que desempeñan un detective privado y un guardia civil, qué hacen y los riesgos que cada una de esas profesiones tiene por el mero hecho de servir a una persona que te llama a la puerta de la agencia (en su día a un cuartel) para decirte que le resuelvas un problema. Muchas veces realmente complicado y que nadie le resuelve.

    – ¿Por qué se ha dedicado a la novela negra y la ficción?

    Es fácil decir que porque es donde mejor me desenvuelvo en el momento de tener que explicar algo. Lo llevo viviendo muchos años. Pero de hecho es por otro motivo. Hubo un momento en mi vida que toque fondo (una pequeña depresión) y mi mujer me regaló el libro ‘A de adulterio’, de Sue Grafton, y eso me llevo a seguir leyendo su colección de “El abecedario del crimen”. Y de ahí continué con otros autores, sobre todo españoles, donde tuve la suerte de conocer a los mejores gracias a que me aficioné a montar festivales de novela negra: Esparreguera Negra, Collabató Negre, Cubelles Noir, Cornellá Negra y Sant Boi Negre. Precisamente en Collbató Negro (2014) invité a las jornadas a Don Alexis Ravelo, uno de los escritores más grande que ha tenido este país. Presentó su novela ‘La estrategia del Pequinés’. Eso nos llevó a una gran amistad.

    – ¿Sus personajes se trasladan de una novela a otra?

    En algunos casos sí. En la segunda novela el detective es Gumersindo Hierro, y en el resto es Ezequiel Castillo. Eso sucedió porque al ser el detective de la primera muy Vicente Corachán, dejé de escribir con ese personaje y cambié a Gumersindo, pero los lectores me pidieron que regresara. En la tercera ‘Gumer’ colabora en el caso de Ezequiel. Ambos habían sido miembros del Servicio de Información de la Guardia Civil.

    – ¿Ha llevado algún caso de investigación para la Guardia Civil o para su empresa, aquí en el Archipiélago?

    No, nunca se ha dado esa casualidad. Pero a las Islas me une el haber servido en Fuerteventura, donde fui legionario.

    – Volviendo a su tarea como novelista, ¿qué le ofrece a usted la novela negra y de ficción?

    Satisfacción. Puedo escribir sobre lo que sé, y hacer crítica sobre cómo funciona el sistema judicial y policial. Creo que podrían arreglarse muchas cosas que no funcionan como espera el ciudadano.

    – Su desempeño profesional requiere una rigurosidad exquisita porque se trata de probar hechos, y eso exige fiabilidad. ¿Esa exigencia es la misma para sus novelas?

    Durante mi periodo como guardia civil era necesario demostrarlo todo muy bien. Donde yo me movía no valía el hecho de ser policía para que un juez creyese mi opinión. Como detective pasa lo mismo. Las pruebas son algo fundamental para que el juez pueda decidir objetivamente y el abogado contrario no tenga posibilidad de tirar para atrás un informe. Esa exigencia se la pone uno mismo. En las novelas pasa lo mismo, te puedes valer de algunas licencias literarias pero el lector quiere rigurosidad. No vale sacarse ases bajo la manga para acabar historias que no se sostienen.

    – ¿Cómo surgen las historias de sus novelas y cómo monta sus estructuras?

    Surgen caminando por la calle, viendo a la gente actuar, aunque por desgracia las noticias también te dan muchas posibilidades de crear historias. Cada día pasan cosas. Aunque yo tengo la suerte de haber vivido tantas experiencias que cualquiera de ellas da para una novela. Normalmente tengo la idea de qué va a pasar y como se va a resolver. Una vez me pongo a ello van apareciendo personajes, situaciones y lugares que ambientan la historia inicial. Aunque le pasa como al título. Lo normal es que cambie mucho todo.

    – Es usted catalán. ¿Cómo vivió el conflicto separatista?

    Soy catalán y de padre y madre catalana. Pero ante todo soy español. Ese conflicto lo viví sin entender los motivos reales, porque todo deriva en un mero mecanismo político basado en historia de hace muchos años que unos pocos quieren revivir sin sentido. Cataluña es de todos los catalanes y de todos los que la conforman, no solo de los que piensan que es un terreno privado. Pero soy muy malo para la política. Ni entiendo, ni quiero entender. Me pasa lo mismo con el fútbol. La mayoría quiere que su equipo gane para sentirse poderosos. Falta de personalidad.

    – ¿Y de la amnistía que pide el Sr. Puigdemont qué opina?

    Uf, no voy a pisar el barro porque acabaré ensuciándome los zapatos y la pernera del pantalón. Pero es un elemento que se está riendo de todos los españoles aprovechando a aquellos que quieren seguir manteniendo poder. Con lo fácil que es conseguirlo mirando hacer las cosas bien.

    – ¿El Sr. Puigdemont, su gestión y fuga, tienen novela?

    Sí por supuesto, pero sería más de espías. De hecho, los ha utilizado para determinadas artimañas. Algunas, por cierto, ya se han descubierto.

    – ¿En su novelística, sus personajes detectives son héroes o villanos?

    No les he puesto aún esa etiqueta, pero me inclino a que son más bien héroes, porque fundamentalmente tratan de hacer el bien a alguien, como nos pasa en la vida real. Aunque soy consciente de que al que toca investigarlo piensa todo lo contrario.

    – ¿Le quedan novelas en el tintero?

    Espero que muchas. De hecho, la que estoy escribiendo es la que formaría, junto con ‘El miedo de Amanda’ y ‘Qué harías tú’, la tercera de esa trilogía.

    CONTACTO: Email: vicente@vcorachan.es // Tfno: 630.991.313.


    Concejalía de Cultura

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  • SOLO CON DOS TACOS – PREMIO LA NIT DEL LLOP

    SOLO CON DOS TACOS – PREMIO LA NIT DEL LLOP

    ORFEO CORNELLÀ

    PREMIO LA NIT DEL LLOP – abril/2019 

     

    La noche del 27 de junio de 2019, tuve el honor de ser invitado, como ganador del mes de abril en el Concurso de Relatos Breves de «La Nit del Llop», a la cena que el Orfeo Català de Cornellà lleva a cabo el último jueves de cada mes y donde invitan al ganador mensual de esos relatos y al escritor o escritora que los miembros del club han leído su novela. Un lujo de acto al que asisto de vez en cuando y donde he tenido el honor de estar invitado también por haberse leído mis obras.

    Independientemente de Ernesto Rincón, y de los asistentes habituales al mismo a estas cenas y encuentros literarios, en este día me acompañó Héctor Daniel Oliver Campos, como ganador del concurso de relato del mes de abril (clasificado también, como yo, para el premio anual), acto que se llevó a cabo para gozar con Empar Fernández que se encargó de ilustrarnos sobre la primera Guerra Mundial y la epidemia de la gripe en ese proceso bélico; historias estas que cruzan de principio a fin esa maravillosa novela suya: «La epidemia de la primavera».

    Por si os apetece leerlo, os pongo el relato que con el gané ese mes de abril, «Solo con dos tacos».

    SOLO CON DOS TACOS.

    Recuerda que no se había quitado los zapatos. Ni siquiera había puesto un paño sobre el asiento de la silla. Evoca en su memoria que, desde allí subido, miraba, a través de la ventana, el paso de los coches que circulaban sin pensar en los demás; ajenos a la vida individual del resto de la gente que, absortos en sus cuestiones particulares, deambulaban cerca de ellos. A los peatones que en rojo cruzaban los pasos de cebra. A aquellas personas que paseaban por las aceras sorteando el mobiliario urbano, las sillas y mesas de la terraza de los bares, los patinadores y unas cagadas de perros que sus desaprensivos amos no consideraban tener que recoger. A su mente trae que aquella mañana se esforzaba en despejar unas nubes que amenazaban una repentina lluvia mientras algunos tímidos rayos de sol, con mucho esfuerzo, iluminaban la calle dibujando en el suelo las grises y alargadas sombras de los árboles que en aquella rambla llevaban años plantados resignados a ver y oír las miserias de tanta gente.

    Se acuerda Manuel que Irene le había recriminado: «¿Solo con dos tacos?»-. Porque ella creía que no eran suficientes para que aguantase el peso de la barra y las cortinas nuevas. Y que él, sin atenderla, y todavía atravesando con su mirada perdida los cristales del ventanal, recordaba el momento en que su hija, tres días antes, les comunicó que estaba embarazada de su primer hijo. Ese viernes que Lucía y Mario, habían ido expresamente a comer con ellos para darles la noticia. «¡Les hacía tanta ilusión a los dos!». Fue un comunicado inesperado porque, aunque tenían esperanzas, dudaban que ese sueño se llegara a producir. Su única hija llevaba dos años soportando varios tratamientos intentando crear una nueva vida. Tanto Mario como ella, mostraban en sus caras una sonrisa que había borrado por completo la dibujada tristeza de tantos días de pruebas. Por fin se habían diseminado todas aquellas justificadas arrugas de Lucía que, junto a sus achinados ojos negros, se le habían formado por la incertidumbre de no conseguirlo. Incluso las oscuras ojeras, producidas por tantos llantos sostenidos, habían desaparecido. Su cara brillaba de emoción y alegría. Se habían acabado las idas y venidas a los hospitales para someterse a los diferentes métodos in vitro. A todas aquellas visitas para aportar semen y óvulos con las esperanzas de que algún día fecundara y pudieran dar la noticia que entonces acababan de participar.

    Evoca ahora en su cabeza que Irene había ahogado en su pecho, durante mucho tiempo, una pena que le quemaba como las llamas que calcinan el infierno, y que ese día lloraba y reía por la felicidad que por fin gozaba su hija.

    Tras los cristales, Manuel sigue observando el caminar desesperado de los transeúntes. De gente que muestra una prisa que él ya no tiene. Con la mirada totalmente perdida evoca los planes que, dos días antes, todos habían estado haciendo. No puede olvidar como Lucía, ilusionada, les relataba cómo y a quién iba a contárselo. Que la boda de su prima Carmen, que se casaba ese mismo domingo y a la que iban a acudir, iba a servir para comunicárselo a todo el mundo.

    De nuevo, mientras mira la calle desde allí subido, le vienen aquellas voces: «Manuel duerme un poco. El viaje es largo y has de descansar». Y su inútil respuesta «¡Qué pesada que eres!» haciendo caso omiso.

    Ve como si estuviera allí, las maletas de los cuatro cargadas en el maletero. Y dentro, las ropas que iban a lucir en la boda. Sus mejores galas. Un vestuario elegido para festejar el enlace y pregonar aquella gran noticia a la familia que, por estar a ochocientos kilómetros, solamente veían una vez al año.

    Manuel se maldecía de que, a sus sesenta años y por culpa de una cabezonería e intransigencia que arrastraba desde joven, hubiese querido seguir conduciendo aun llevando tantas horas, y de noche. Negándose a cederle el volante a Mario. Su testarudez no le dejaba darse cuenta que su cansancio mermaba sus reflejos y siguió circulando por aquellas carreteras en las que las luces de los faros de su coche trataban de ir señalando cada una de las rayas pintadas de blanco que el vehículo engullía a su paso como si jamás hubiera recorrido senda alguna. Y él seguía negándose a cambiarse por Mario a pesar de que su vista cansada se perdía cien o doscientos metros más allá de donde él va sentado mientras, con firmeza, sujeta el volante y pisa un pedal que alimenta las ganas de seguir recorriendo y tragando camino aun consciente del peligro que ello comporta.

    Los ojos se cansan, pero él calla. El camino sigue y su cerebro pide descanso. Un descanso que no advierte. Las voces de los que, a su lado y detrás van sentados, reprochando su comportamiento parecen ir enmudeciendo. Voces que siguen hablando pero que él ya no oye.

    De pronto, la carretera sigue resta pero el coche no y se escucha un estruendo…, gritos…, polvo…, cristales… y… ¡muerte! A continuación: Silencio. Mucho silencio.

    Solo su respiración es la que oye. La sangre tapa sus ojos. Llama a Irene, a Lucía y a Mario. Nadie contesta.

    Ahora está mirando por la ventana y sigue viendo pasar a toda aquella gente. Personas que tienen un a dónde ir y un por qué seguir.

    El sol empieza a calentar con fuerza. Las nubes negras han dejado que el cielo luzca su azul más cálido. Una luz de verano que ni Irene, ni Lucía, ni Mario, ni el niño que venía, podrán jamás volver ver. Una felicidad truncada de la que él se siente brazo ejecutor. Una rabia que no puede soportar y que le corroe por dentro devorándole el alma.

    Manuel deja de mirar la ventana y se centra en lo que ha venido a hacer. Con un pie permanece en equilibrio encaramado a la silla mientras coloca el otro en el respaldo de la misma.

    De verlo así, Irene le hubiera regañado y él le hubiera replicado: «¡Pero… qué pesada que eres!».

    Con sus manos atadas a la espalda, su pierna empuja fuerte y la silla se vuelca. Queda a treinta centímetros del suelo. Su cuerpo ofrece los mismos respingos de una fiera que no quiere morir, pero es inútil. El cuello se oprime gracias al nudo corredizo que él mismo, minutos antes, elaboró con sus propias manos.

    Su cuerpo se tambalea y balancea como el péndulo de bronce un reloj de pared. Hasta que deja de moverse. Orina y semen han mojado sus pantalones. Los zapatos se han despojado de sus pies dejándolos desnudos y su lengua sale por la comisura de la boca. Su vida se apaga.

    La barra resiste ¡Con tan solo dos tacos!

  • ABACUS VILANOVA I LA GELTRÚ

    ABACUS VILANOVA I LA GELTRÚ

    Este viernes pasado, 16 de febrero de 2024, nos fuimos a la librería ABACUS de Vilanova i la Geltrú (Tarragona).

    Decidimos marcharnos hacia esa zona, donde el mar lame la orilla de la Costa Dorada, pensando que sería un buen lugar para presentar mi novela «QUÉ HARÍAS TÚ». y resultó ser una maravilla. Una librería muy grande y espaciosa que te hacía sentir esa felicidad que dan los libros. En toda esa amplitud, un centenar de estanterías en la que sus libros daban un calor singular a la tienda. Al final de la sala, me encontré con una mesa forrada con el mantel negro y en amarillo la letras con el nombre de la librería. Sobre ella, un montón de ejemplares de mi novela y el letrero de la presentación. Frente a la misma, una veintena de sillas esperando que acudieran a sentarse aquellos que hubieran decidido desplazarse una tarde de viernes, en la que la lluvia, que desafortunadamente no suele casi nunca aparecer, esa lánguida tarde había decidido hacer acto de presencia para escuchar a este humilde personaje contar cosas de lo que había escrito en algo más de trescientas setenta páginas.

    Después de que los nervios, que siempre florecen en estos actos, se removieran dentro de mí, llegó una satisfactoria alegría cuando aquellas desangeladas sillas negras empezaron a notar el peso de las posaderas de los que decidieron venir a acompañarme.

    ¿Qué sería de mí sin ellos?

    David, el librero de Abacus, fue el que decidió atreverse a encargarse de mi presentación y, como si lo hubiese hecho mil veces, tras contar alguna particularidad de mi sencillo currículo, empezó a lanzarme preguntas para que los allí presentes supiesen de mí y de la novela.

    En fin…, como ya os imagináis, la felicidad me abordó y creo que fui capaz de estar a la altura de los que se molestaron en hacerme otra feliz.

    Estas son algunas de las instantáneas que se hicieron. O mejor dicho: que me hicieron.

    GRACIAS.

  • RESEÑAS DE «QUÉ HARÍAS TÚ»

    RESEÑAS DE «QUÉ HARÍAS TÚ»

    Son muchos los comentarios que me están llegando de mi última novela. Normalmente me lo guardo para mí, porque entiendo que son comentarios particulares de amigos y seguidores, pero creo que me debo como mínimo a agradecerles esas palabras de elogios (si fuese crítica, también lo haría) y he pensado que una forma de hacerlo es colgando alguno de esos mensajes.

    Loli Galisteo

    Las gracias te las damos a ti, por tan magnífico trabajo que haces, es un honor para nosotros tenerte como amigo, una gran persona y excelente escritor.

    Mi comentario hacia el libro no puede ser mejor, es un género que me encanta y tú con tus grandes experiencias describes las escenas con pelos y señales. Siento como que estoy metida dentro de la acción y sufro mucho por Ezequiel para que no le pase nada, no puede dejar sola a su ”Lola”. Espero con impaciencia ese tercer libro que se está cociendo ya. Muchos besos 😘😘

    José M Castro

    Leí el libro: decirte que me gustó mucho. Me ha servido para recordar y revivir las vicisitudes que tuve que sufrir por esos personajes que citas. Es curioso, los personajes que citas, se movían con gran libertad y autonomia por Castelldefels, Gavá, Viladecans etc. y con conexiones con más gente de otras localidades. Aconsejo su lectura a Detectives y Policías y público interesado por el mundo delincuencial

    José María Castro

    Los detectives de más edad, entre los que me incluyo y que tuvimos que lidiar con la «chusma» que relata Vicente Corachán debemos reconocer que este libro «Y tú qué harías» no lleva necesariamente a volver a vivir experiencias pasadas y muy desagradables. Las mafias de Castelldefels, Gavá, Viladecans y al rededores, siempre tenías que estar muy alerta. Yo recomiendo leer el libro..

  • FINESTRES DE HOPPER

    FINESTRES DE HOPPER

    ANTOLOGÍA DE AUT@RS DE CORNELLÀ

    La asociación de Autores de Cornellà ha vuelto a sacar una nueva antología.

    Desde el 2011 en que varios autores, aprovechando la «Jordiada de Cornellà» decidimos crear esta asociación, son ya cinco las antologías que hemos creado: «Propera Parada: Cornellà», «Ovnipresents», «Cornellà Mata», «Cornellà Eros» y «Finestres de Hopper».

    F. Xavier Simarro, Josep Nadal, Lucinda, Montserrat Galicia, Jorge Gamero, Iván Humanes, Empar Fernández, Margarita Espuña, Grrisela Martín, Xavier Borrell, Ernesto Rincón, Rosa García y un servidor, somos los que formamos este grupo actualmente.

    Doce de nosotros somos los que, en esta ocasión, nos hemos implicado a llevar a cabo esta extraordinaria idea de hacer un cuento con algunos de los cuadros de este maravilloso pintor estadounidense Edward Hopper.

    El acto fue presentado por Joan Fernández, Jefe de Patrimoni y bibliotecas de Cornellà, y clausurado por el alcalde de Cornellá, señor Antoni Balmón. La charla se inició por parte de Jordi Castelló, de la Editorial Stonberg y el escritor Albert Vilanova, quien se encargó de prologar la antología.

    No puedo contaros lo genial y alucinante que ha resultado elegir uno de esos fantásticos cuadros y desarrollar desde esa imagen un relato. La inspiración sobre lo plasmado por un pintor pasado a la inspiración sobre un escritor. Pintura y literatura mezclada para satisfacer los sentidos de los lectores.

    No puedo más que invitaros a que busquéis un ejemplar y gocéis de esta maravilla literaria.

    Por si os apetece, además de buscarlos en las librerías, os dejo un enlace de la editorial donde lo podéis pedir. https://www.stonbergeditorial.com/product-page/finestres-de-hopper-aut-rs-de-cornell%C3%A0

    La sala se llenó completamente y fue una velada digna de guardar en el recuerdo individual de cada uno de nosotros, así como de las personas que acudieron a acompañarnos. Este es un reportaje fotográfico de algunos de los momentos de la presentación que se llevó a cabo ayer jueves 14 de diciembre de 2023.

    FELICES FIESTAS.

  • ESTAMOS DE PRESENTACIONES

    ESTAMOS DE PRESENTACIONES

    Esta resultando un mes muy ajetreado, pero: ¡qué gusto da!

    Si amigos y amigas, da un gusto que ni os podéis imaginar, y es gracias a todos vosotros, tanto a los que habéis acudido a las presentaciones, como a los que no habéis podido acudir (por una razón u otra) y que os habéis molestado en llamarme o ponerme algún mensaje. ¡Gracias!

    Pero esto no ha acabado y lo sabéis.

    Tal y como salió la novela de imprenta, la editorial le encargo a la distribuidora que enviara ejemplares a las librerías. Sobre todo a las que yo le había dicho que lo hiciera primero; entre otras cosas porque me corría prisa. Me habían invitado a moderar, el 27 de octubre, una mesa en las jornadas de SUBUR NEGRE en Sitges, y eso requería que allí hubiera algún ejemplar de esta última novela, además de la anteriores. Y resultó positivo, porque, además de pasar un buen rato hablando de la censura, el entorno políticamente correcto, y los temas tabúes de la sociedad, en una mesa cuya base principal era «La relación de la novela negra con la realidad». A ello me ayudaron los escritores con los que compartí mesa: Salvador Casas, Sonia Deixens y María José García Molina. La charla fue amena, los asistentes participaron (y mucho, porque el tema daba para ello) y firme varios ejemplares, tanto de la nueva, como de Olga y Un cadáver para un detective y El miedo de Amanda.

    Pasado el fin de semana, y cerrado el mes de octubre, empecé a preparar las presentaciones oficiales de QUÉ HARÍAS TÚ. Y así fui como llegado el viernes 3 de noviembre afronté la primera puesta en escena de es esperada novela. Y lo hice en la Biblioteca Jordi Rubió i Balaguer de Sant Boi, donde la directora Cristina López me ofreció la Sala de Actos, cuyo aforo es de cien personas (la sala más grande). El miedo te invade cuando crees que pueden quedar sillas vacías, pero no fue así, el aforo se completo al cien por cien. En la mesa me acompañaba mi estimada alcaldesa Lluïsa Moret (autora del prólogo de la novela), el Regidor de Cultura José Manuel González y la encargada de conducir la presentación, Charo González.

    El acto, según los comentarios de los que estuvieron allí presentes, fue emotivo y quedaron encantados. A partir de ahí la firma de ejemplares, que tengo que decir que fueron muchos, tando como para que la Pilar Hidalgo, la librera de Abacus encargada de hacer la venta, se quedó sin ejemplares (independientemente de que, muchos de los que vinieron, y atraían el libro (algunos hasta habiéndolo leído o estar en ello)

    ¿Qué más se puede pedir?

    Algunas de las imágenes de la firma de libros

    De ahí nos fuimos a Barcelona. A la librería Espai Abacus, en el la calle Enric granados 10. Y fue el día 10 de noviembre. Un espacio que me pareció muy agradable. Unas cuarenta y tantas sillas y delante un sofá de dos plazas en el que se suponía que teníamos que sentarnos mi presentadora, Mari Carmen Sinti, y un servidor. Delante, en aquellas huérfanas sillas, dependería de quién viniese a ver la charla. Tengo que reconocer que, por un lado, en cuanto al público que acudiría, me dio una sensación de vértigo y otra sensación muy rara al verme en ese sillón como si fuese Risto Mejide.

    Llegada la hora, vi que iba acudiendo personas reconociendo a una serie de abogados y abogadas con los que suelo trabajar mis casos detectivescos. los cuales se personaron allí sorprendiéndome gratamente. Seguidamente empezaron a personarse, clientes, detectives y varios seguidores de mis novelas e incluso algunas personas que también son escritores y escritoras. En definitiva, que se llenaron las sillas completando prácticamente todas las que habían puesto, y empezamos la tertulia, cuyo resultado a mi me pareció bien, pero deberían de contestarlo ellos.

    A partir de aquí, toca empezar a preparar el resto de presentaciones, Me queda la Xarxa d’Intercanvis de Castelldefels, la de las librerías Star Books de Castelldefeles y Gavá, la de la asociación de vecinos de Poblet de Marianao (Sant Boi) en el Casal de Marianao y la del 1 de diciembre en ABACUS SANT BOI.

    Os espero en alguna de ellas.

  • RESEÑA – MUCHO MÁS QUE UN LIBRO

    ¿Justicia o venganza?

     Redacción detecctive privadoNovela negraSant Boi de LlobregatthrillerVicente Corachán

    José Manuel González, Lluisa Moret, Vicente Corachán y Charo González

    “Qué harías tú”, novela negra del detective privado y escritor Vicente Corachán, continuación de El miedo de Amanda, plantea un dilema al lector. ¿Qué harías tú si una persona cercana muy querida es asesinada y estás en completo desacuerdo con los resultados de la investigación llevada a cabo por las fuerzas policiales? Quizás harías lo mismo que el detective privado Ezequiel Castillo: investigar para descubrir la verdad de lo ocurrido y castigar al culpable. ¿Sería un acto de justicia o simple y llanamente una venganza? Qué harías tú fue presentada en sociedad en la Biblioteca Jordi Rubió i Balaguer, de Sant Boi de Llobregat, el viernes 3 de noviembre en una sala llena a rebosar.

    Vicente Corachán

    Muy bien acompañado por Lluisa Moret, alcaldesa de Sant Boi de Llobregat, José Manuel González, concejal de Cultura y la animadora cultural y gran lectora Charo GonzálezVicente Corachán reemprende en Qué harías tú la investigación que el detective privado Ezequiel Castillo dejo pendiente en El miedo de Amanda. En esta novela anterior, el autor centró la trama en la lacra social de la violencia de género y Ezequiel Castillo se volcó en el caso de Amanda, una mujer maltratada por su ex pareja y que vive con temor a una posible venganza tras dar el paso de denunciar las agresiones y separarse de su verdugo.

    Pero en Qué harías tú, el detective Ezequiel Castillo no puede esperar más, se siente un traidor a su amigo muerto, y empieza a recopilar información sobre el asesinato de José Luis, un compañero de profesión, además de ser uno de sus mejores amigos. Aunque en un principio, Castillo pensó que el crimen pudo ser debido a que José Luis le substituyó en un juicio, esta hipótesis fue perdiendo peso al ir avanzando en la investigación. Lola, su mujer, preocupada por la obsesión de su marido, le ha concedido una semana de plazo para dedicar a intentar esclarecer el crimen y descubrir al culpable. Si no lo consigue, deberá olvidar el tema por el bien de todos. Y Castillo, que se debate entre la lealtad al amigo y el amor de Lola, accede, consciente de que si incumple el trato puede ser el fin de su matrimonio. Pero, ¿Qué ocurrirá si descubre quién mató a José Luis y por qué? ¿Qué harías tú?

    Biblioteca Jordi Rubió i Balaguer.

    Vicente Corachán nació en Cornellá de Llobregat (Barcelona). Fue miembro de los Servicios de Información de la Guardia Civil hasta principios de los años noventa, cuando abrió su propia agencia de detectives privados. En 2011 publicó su primera novela negra, Un cadáver para un detective, premio del Colegio de Detectives Privados de Cataluña. En 2012, publica “¿Estoy llamando a un detective?”, un libro de anécdotas detectivescas basado en casos que ha vivido personalmente. Le siguieron Olga (2016) y El miedo de Amanda (2018), que aborda el dramático tema de la violencia de género. En su última novela, Qué harías tú (2023), plantea un difícil dilema al lector. ¿Qué hará Ezequiel Castillo si consigue descubrir al asesino de su amigo y compañero de profesión ¿Justicia o venganza?  ¿Qué harías tú?

    ¡Atrévete a descubrir

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  • Presentación Biblioteca Sant Boi

    Presentación Biblioteca Sant Boi

    Este 3 de noviembre de 2023, quedará marcado como un día muy especial. Ya son cinco las presentaciones que he hecho de mis diferentes libros editados: el de anécdotas de detectives ¿Estoy llamando a un detective? y las cuatro novelas: Un cadáver para un detective, Olga, El miedo de Amanda y esta última Qué harías tú.

    De todas guardo un «algo» que queda en mi memoria por significante y especial. Cada una tiene algo que te queda marcado. En esta ocasión son varias las cosas que se agolpan en mi cabeza buscando características que la pueda definir. Pero, no puedo, son todas importantes. Si tengo que enumerar alguna, diría que una es el hecho de haber conseguido escribir una cuarta novela (en su día solo fue el probar a ver qué tal. Eso hace que sea algo importante), también por el hecho de que sea la segunda de lo que puede llegar a ser una trilogía (esa es otra razón). Podría buscar alguna más. Pero, por no cansaros, me quedo con la de haber tenido el privilegio de que el prólogo sea de Lluïsa Moret Sabidó, mi apreciada alcaldesa. Y el que hubiera aceptado venir a presidir conmigo el acto. A ello se le suma otra gran casusa, la de que también me acompañase, un gran amigo (si me lo permiten, ambos lo son), José Manuel González. De sobras sé que, como alcaldesa y regidor de cultura, tienen muchos lugares a los que deben acudir y, el haber estado ahí, para mí, significa mucho. A ese regalo, se le puso una guinda; el que presentara la mesa mi gran amiga Charo González. Todo ello me daba vértigo. Estar en aquella situación, con los tres, era algo muy grande para mí. Hice de tripas corazón y lo superé. Al menos, eso creo.

    Dicho esto, añado como colofón, el estar allí arriba siendo agasajado por las palabras de mis contertulios y viendo a tantas personas queridas. Aunque los puedo meter a todos en la lista de amigos, desde allí diferenciaba, gratamente, a cada uno de ellos, poniéndoles unas etiquetas imaginarias: compañeros de mi profesión actual y de la que la tuve anteriormente, antiguos compañeros de colegio, otros con los que, de crío, jugaba en la calle Torras y Bages donde viví hasta los catorce años, colegas de la infancia, escritores con los que comparto las letras que forman parte de lo que será la afición de mi trayectoria personal el resto de los días, amigos de otras aficiones lúdicas como los son bailar sevillanas y salsa. Y, cómo no, mi familia. Y como no podía ser de otra manera, allí, al final del todo, controlando que no faltase nada, que nadie se fuese sin que ella le hubiera agradecido haber acudido, estaba Mariló. Mi mujer. La Lola de mis novelas.

    Las palabras dedicadas, tanto por Lluïsa Moret como por José Manuel González, provocaron que me subieran los colores y que se me encogiese el corazón por la presión que me provocaba el sentirme orgulloso de tenerlos a mi lado en ese momento.

    Solo puedo decir, a todos, ¡Gracias! Y lamentar el no haber podido estar más pendiente de cada uno de vosotros que superasteis las noventa personas. A pesar de que traté saludarlos personalmente, soy consciente que algunos se me escapasteis. Queda pendiente. Seguro que tendré otra ocasión para hacerlo.

    Agradecer también a todos los que me avisaron personalmente de no haber podido asistir por culpa de razones que salen a última hora e impide hacer lo que tenías planeado.

    Un millón de besos. Un millón de gracias.

    Os dejo algunas de las fotos que nos hicimos esa tarde noche.

  • ENTREVISTA EN THE NEW BARCELONA POST

    ENTREVISTA EN THE NEW BARCELONA POST

    EL BAR DEL POST

    VICENTE CORACHÁN: CONTAR LA PARTE MENOS AMABLE DE LO QUE SOMOS

    “He podido burlar a la muerte en varias ocasiones. Dos por enfermedad y otra al escapar de un atentado. 

    Los años que pasé como miembro del Servicio de Información de la Guardia Civil me hicieron adentrarme en lo más duro de la delincuencia y el terrorismo. Los atentados como el de Zaragoza e Hipercor dejan una huella muy grande. Y los treinta años viviendo como detective las penurias de los ciudadanos que me contrataban para que les resolviera sus angustias han llenado mi vida. Necesito contar todo eso”. Tras deleitarse con un plato combinado a base de huevos fritos con hamburguesa y patatas, el escritor y activista literario Vicente Corachán pide un café espresso a pie de barra mientras se deja sorprender por las noticias y los sonidos que, desde la radio, llenan el espacio del Bar.

    Curtido en los grupos especiales de Delincuencia Organizada y Antiterrorismo de la Guardia Civil, Vicente abrió a principios de los 90 su agencia de detectives privados, formándose en diversas áreas de especialización tales como criminalística o pericia caligráfica y documentoscopia. Redactar informes, dar forma a hechos e historias a través de palabras y de la observación, le empujaron poco a poco hacia una orilla insospechada: la de escribir relatos basados en todo lo vivido. Así, en 2011 debutaba con su novela Un cadáver para un detective, con la que recibía el premio del Colegio de Detectives Privados de Catalunya. Aquel primer paso se tornó en impulso imparable.

    Tras diversas obras en solitario y colectivas que se han ido sumando en este tiempo, Vicente Corachán presenta estos días su último libro, Qué harías tú (Vencejo): una historia de amistades inquebrantables, lealtad, bajos fondos y secretos que se arrastran hasta la tumba, ambientada en Sant Boi, la localidad donde el autor —cosecha de 1959— reside.

    Al margen de la presentación de la nueva novela, éste asegura estar trabajando en una nueva obra con la idea “de cerrar una trilogía centrada en una historia en la que trato, entre otras cosas, de poner el foco en las deficiencias que en nuestro país tenemos en términos de apoyo del sector policial y judicial hacia las personas más vulnerables”. 

    LA ÚLTIMA NOVELA DE CORACHÁN, QUÉ HARÍAS TÚ  (VENCEJO).

    Activismo literario de alta intensidad en el Baix Lobregat

    Orgulloso “de lo que he llegado a aprender en muchos sentidos, de lo que he podido ayudar en la resolución de algunas situaciones muy penosas y de que mi profesionalidad haya servido para resolver muchos asuntos”, Vicente no puede evitar sonreír bajo su perilla ante su actual situación: “ahora me dedico a escribir con mayor intensidad. Hasta ahora el trabajo como detective se comía mi tiempo, pero he aprendido a delegar y soy yo quien maneja mi calendario a mi antojo. ¡Llegó la hora de poder ficcionar todas esas cosas que he vivido durante los más de cuarenta años de mi vida profesional!”, afirma. 

    Principio del formulario

    Final del formulario

    Experiencias que no sólo transmite a través de relatos, novelas —o incluso un libro, ¿Estoy llamando a un detective? basado en sus anécdotas vividas en primera persona—, sino a través de iniciativas que vigorizan el entorno literario de ese Baix Llobregat que ha sido su escenario vital. Es el caso de las asociaciones literarias Autor@s de Cornellà y Lletraferits de Sant Boi o la colaboración con certámenes como Esparraguera Negra, Collbató Negre o Sang Boi, antes de lanzarse a crear sus propios festivales dedicados a la novela criminal y policíaca: Cornellà Negre en 2018 Y 2019 y, desde 2022, tras el paréntesis del Covid, Sant Boi Negre que el año que viene celebrará su tercera edición.

    Asesor para la serie Detectiu de Canal 33, le queda tiempo para armar divertidas gincanas de asesinatos en casales, bibliotecas y librerías, en las que el público debe averiguar quién es el asesino. También participa en varias tertulias radiofónicas y televisivas en ETV-Llobregat, Radio Televisión Gavá o Radio Sant Boi, compartiendo su amplia experiencia y conocimiento en materia criminal, detectivesca y literaria.

    ANTES ES ESCRITOR, CORACHÁN FUE GUARDIA CIVIL Y DETECTIVE PRIVADO.

    La ciudad del egoísmo

    Por su recorrido vital y profesional, la visión que Vicente Corachán tiene de Barcelona está singularmente ligada a un criterio de servicio y ayuda: “es mi vida, donde he dejado miles de horas tratando de servir al ciudadano”.

    Y un aspecto que se le ha quedado dentro, como una piedra en el zapato, es “el hecho de que la gente de aquí vive como si sólo estuviesen ellos en el mundo. No somos capaces de ayudarnos cuando vemos un problema que afecta a otras personas. Puede que el ser una ciudad cosmopolita lleve a eso. Y el miedo a que las instituciones tampoco hacen nada para evitarlo ¡Al contrario!”, exclama liquidando su café de un trago.

    Precisamente, a través de su obra el escritor busca poner el foco en este aspecto: “la falta de respeto hacia los demás, el egoísmo que se nos ha instalado en nuestra sociedad, las deficiencias sociales… En mis libros trato de denunciar todo eso”. Y, tras estas palabras, se queda abstraído en un silencio reflexivo, de quien tiene muchas cosas que decir porque las ha vivido, las ha sufrido. A veces, ha contribuido a solucionarlas, a resolverlas. Desde informes periciales hasta la lucha contra el terrorismo. Tantísimo que contar sobre esa cara menos amable de lo que somos y que él tan bien conoce.

    –¡Te has quedado inmerso en un súbito silencio!

    Vicente Corachán vuelve a esgrimir una sonrisa franca bajo su blanca perilla y, dispuesto a seguir con la sobremesa a pie de barra, pide el veneno adecuado para ello:

    –Ponme un gin tónic, que me apetece.

    –¡Oído